El discreto balance de la nueva alianza con Marruecos en vísperas de la cumbre de Rabat

Nueve meses después del giro en el Sáhara el Gobierno de Pedro Sánchez apenas puede presumir de haber restablecido puentes en la cooperación en materia de seguridad y migratoria con el país vecino

El ministro de Exteriores marroquí, Nasser Bourita, y Josep Borrel, alto representante de la Unión Europea en una conferencia de prensa el pasado 5 de enero FOTO: JALAL MORCHIDI EFE

• ANTONIO NAVARRO

Modesto es el balance para los intereses de España de la nueva relación con Marruecos fundada al comenzar la pasada primavera a cambio del apoyo a Rabat en el Sáhara Occidental, en un giro que puso fin a la tradicional neutralidad española en el conflicto.

Al margen de haber puesto fin a la crisis diplomática con Rabat –más de un año de indisimulada hostilidad por parte de las autoridades marroquíes, con el cénit de la entrada masiva de jóvenes magrebíes en Ceuta en mayo de 2021- y diez meses después de haber estampado su firma en su famosa carta al rey Mohamed VI, Pedro Sánchez puede apenas celebrar el restablecimiento de los puentes en materias sensibles como la lucha contra la migración ilegal y el terrorismo.

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El discreto balance de la nueva alianza con Marruecos en vísperas de la cumbre de Rabat